El cambio climático afectará al 80% de los pequeños agricultores y reducirá la tierra cultivable

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Fenómenos como la sequía o las altas temperaturas han impulsado a profesionales de la agricultura, la ganadería o la pesca a dar una oportunidad a la tecnología como recurso no sólo para plantar cara a estos retos, sino también para lograr un sistema resiliente.

Según un estudio elaborado por McKinsey, el cambio climático afectará a 8 de cada 10 pequeños agricultores y agricultoras y contribuirá a reducir la tierra cultivable. Se trata de un dato relevante, especialmente si tenemos en cuenta que la demanda de este tipo de explotaciones se prevé que aumente en un 60% de cara al 2050. Para mitigar los efectos del cambio climático en la actividad productiva y económica del sector agrícola, expertos como el Hub de Innovación Digital DATAlife recomiendan una apostar por la tecnología, porque ayuda al campo a mejorar sus credenciales medioambientales sin perder competitividad. 

Según la encuesta “Observatorio para la Digitalización del Sector Agroalimentario”, el 19% de las personas dedicadas a la agricultura en España hace uso de herramientas digitales para el control hídrico de sus explotaciones, mientras que un 8% recurre a este tipo de herramientas para alertar de la presencia de plagas y enfermedades y un 7,7% para la determinación de un plan de fertilización. 

La agricultura española es potente: los datos sitúan a España como uno de los países de Europa con mayor superficie de producción ecológica. Sin embargo, según especifican desde DATAlife en su informe “Evolución de las necesidades y oferta formativa existente”, “el nivel de digitalización del sector es todavía reducido, especialmente en lo relacionado con tecnologías avanzadas”. Se trata de recursos como el Internet de las Cosas, el Big Data o la Inteligencia Artificial. Pero, ¿cómo puede la tecnología basada en datos mejorar la producción y hacer frente a las consecuencias del cambio climático?

Una estrategia de datos firme puede ser clave para productores y productoras a la hora de calcular qué recursos hídricos son los realmente necesarios y evitar así caer en el desperdicio de agua. Además, también es útil para optimizar el uso de pesticidas y fertilizantes, adaptándolo a las necesidades reales del cultivo con mucha mayor precisión. Además, en un contexto en el que ciertos fenómenos vinculados al cambio climático pueden afectar a la calidad de los alimentos, la IA y el Big Data entran para jugar un papel crucial, ya que permiten un análisis profundo de la trazabilidad de los productos, identificando posibles problemas durante toda las fases y anticipándose a futuros errores de plantación, cosecha o recolección. Reduce la carga de trabajo de las pequeñas explotaciones que tienen dificultades para encontrar mano de obra. La robotización o la sensorización que permite un control remoto de cultivos o ganaderías, hace además que el mundo rural se convierta en una vida más atractiva para las personas jóvenes.